Llegas sedienta a casa, echando lumbre por la boca en uno de esos días de verano en el que ni la brisa es fresca, vaya ni brisa hay. Abres el refri, te sirves un vaso de agua y, a parte de que el vaso huele a huevo, el agua tiene un saborcillo, y no precisamente a limonada. Hay veinte platitos con pequeñas porciones de las comidas de la semana, porque claro, la comida no se tira, y como estás muerta de hambre, pues calientas uno de esos platillos en el micro y cortas un delicioso tomate. Ni siquiera le pones sal, porque ya viene recién sazonado con olor a refrigerador.
Y luego se preguntan las mujeres por qué el marido no quiere recalentado. No es lo recalentado, sino lo refrigerado lo que no les gusta, porque a no ser por ese característico aroma de millones de refrigeradores en el mundo ni cuenta se darían de que la comida no es recién hecha.
Yo creo que todas hemos tenido esas malas experiencias así que aquí va la terapia para que el refrigerador cumpla con la función de mantener frescos los alimentos:
1. Vacíalo todo.
El refrigerador necesita limpieza, así que hay que empezar por ahí. A mí me gusta hacer esto antes de surtir la despensa, así me doy mejor idea de qué me hace falta.
- La limpieza debe ser profunda. Quita las partes desmontables y lávalas muy bien con detergente para trastes, de preferencia disuelto en agua con unas gotas de limón.
- No olvides las paredes del refri y checa en el manual o pregunta al técnico si hay depósitos de agua que se deban de vaciar de manera periódica. A mí me gusta limpiar con Windex, y miren que no es anuncio. Hay muchos limpiavidrios efectivos, pero con el Windex no le fallas. Quita manchitas, malos olores etc. Ahora que si ya de plano tiene costras, pues un limpiador más fuertecito como los de Mr. Músculo puede ser de gran ayuda.
2. Tapas, tapas y tapas.
- La Regla de oro para la conservación de los alimentos en refrigeración, es mantenerlos tapados. Las frutas y verduras pueden ir en el cajoncito de abajo sin bolsa de plástico, pero una vez cortadas, a su cajita con tapa o a su bolsita bien cerrada.
- Ten siempre a la mano película autoadherible, sale más barata que el papel aluminio y es mucho más estética. En las tiendas de materias primas encuentras rollos a precios mucho más económicos que en el súper y así si no tienes vasijas suficientes, no hay excusa, envuelves bien el plato y te olvidas de que si se volteó, que si le calló agua o que si se le paró una mosca. Esta es una gran solución para las madres que odian que los hijos y maridos coman de la olla. Les dejas su plato servido en el refri y listo!
3. Ahora sí:¿ Cómo evitar el mal olor?
Después de todo lo anterior, viene la prevención futura de malos olores. Hay diversos métodos, pero yo le tengo más ley a dos de ellos:
- Bicarbonato de Sodio. Sí, otra vez yo y mi polvito mágico. Pon en un rinconcito del refri un puñado de bicarbonato de sodio en una bolsita o cucurucho de tela o un bote tapado con tela. Cuando notemos indicios de olor a refrigerador, a cambiar inmediatamente el bicarbonato.
- Carbón. Increíble pero cierto.Un trozo de carbón para asar dentro del refrigerador nos hará olvidar de por vida el problemita del olor a refrigerador. Y me refiero al mismo trozo para toda la vida, porque si deja de hacer efecto, lo sacamos unas horas al sol y se vuelve a activar. En lo personal, para mi madre y para mi abuela, este es el mejor de todos los métodos.
Hay muchos otros, que honestamente no he probado por ser más complicados y ofrecer menos beneficios. El del bicarbonato lo probé en mi nueva casa, porque fue lo único que tenía a la mano recién llegada a mi nuevo país donde nadie me entendía ni en inglés ni en español, y aunque me resultó, ya lo cambié por el carboncito.
Así que ya saben, no hay milagro sin sacrificio. Si padecen peste de refri aguda , a limpiarlo a fondo y a prevenir la pestilencia futura con un puñito de bicarbonato o un pedacito de carbón. Y bueno, para quitarle a los vasos el olor a huevo, escribiré otra entrada con la técnica de mi padre para lavar platos (sí, leyeron bien, de mi padre).